Rastrillada:Huella o rastro más o menos visible, que en el suelo firme y sobre el pasto dejan la huella de una caballería, las plantas de un cuadrúpedo cualquiera, o las ruedas de un vehículo en las zonas o caminos poco frecuentados. Ella constituye una fuente preciosa de informaciones para nuestros afamados rastreadores. Dr. Lisandro Segovia. Diccionario de Argentinismos. 1911.-

martes, 24 de febrero de 2009

"Pagos gauchos si los hubo"

Rincón gaucho
Trágica reyerta en una pulpería por Dolores
Un hecho real recreado por Justo P. Sáenz nos retrotrae a una pampa de bravos gauchos que medían su coraje

Si en la extensa provincia de Buenos Aires tuviésemos que señalar la zona en que hubieron de conservarse por más tiempo las auténticas tradiciones, como rincón gaucho, señalaríamos sin dudar el paraje de la extensa Cañada del Vecino.
Quienes hoy disparan por la ruta 2 a Mar del Plata, debieran saber que a unos 20 km después de pasar Dolores, a la derecha, se abre un camino de tierra que se interna en aquella especialísima región, pasando enseguida las vías del viejo F.C.S. y la estación Parravicini, e ingresando en el partido de General Guido, sigue hacia el Oeste y luego al Sur para reaparecer en Maipú.
Desolados campos bajos, otrora riquísimos en pajales de amarillenta espadaña, comarca de variadísima avifauna. Pagos gauchos si los hubo, compuesto de enormes latifundios, con centenarias estancias como "La Quinua", "Navas", "Barrancas Coloradas" (donde vivió Benito Lynch), "Palenque Chico" (de Ambrosio Juan Althaparro) que además algunas fueron postas de la galera que iba de Dolores a Ayacucho.
Por allí se vieron los últimos gauchos de chiripá y medias blancas, y pulperías y esquinas famosas poseedoras de enrejados mostradores y con cubiertas de paja, teja francesa o azotea, que constituyeron centros de negocios y sociabilidad y cancha de diversiones y reyertas.
Todo se perdió cuando se construyó el canal 1 que desecó los bañados y lagunas y que arreó también con todo el bicherío que los habitaba. Pero así y todo no se borra en mi recuerdo. Allí fue que ocurrió, lo que les cuento ahora. Enclavado en este particular lugar se hallaba una pulpería renombrada. Un día sucedió en ella un drama sangriento (tal como lo presenta La Patria , importante diario de Dolores, del miércoles 16 de abril de 1879): "Anteayer, se encontraba, entre otras personas, en la Casa de Negocios de don Leandro Sánchez, conocida por de Escudero y situada en el «Palenque Chico», partido del Vecino, el dicho Sánchez un moreno llamado Pedro Telmo, autor de varios crímenes cometidos en el Norte de esta Provincia.
"El segundo de los nombrados en uno de los versos le dijo al primero que ambos eran parientes a lo que este le contestó en otro de sus cantos que no lo extrañaba pues el padre le había dicho que tenía unos parientes negros. Parece que esta contestación le desagradó de tal manera a Telmo que levantándose del asiento en que se hallaba, acometió a Sánchez cuchillo en mano infiriéndole una honda herida.
"Sánchez al sentirse herido sacó su rewólver (sic) y descerrajó un tiro sobre Telmo que en esos momentos estaba parado en una de las puertas que da salida al patio de la casa, yendo la bala a depositarse en una de las piernas de aquél.
"Telmo trató de huir, pero fue seguido por Sánchez que en el acto consiguió darle alcance y quitarle el cuchillo que aún conservaba con el que le infirió varias heridas. Sánchez desfallecido murió casi inmediatamente. Cuando volvieron por Telmo, éste era ya cadáver.
"Los anteriores son los únicos datos que hasta ahora hemos podido tener sobre el particular. De las averiguaciones que hemos hecho, resulta que ninguna enemistad existía entre Sánchez y Telmo."
El folklorista y escritor Justo P. Sáenz (h.) en una nota publicada en 1965 en LA NACION, sobre "Cantares Argentinos" parece haber conocido este hecho pues refiere: "Existe otra «desgracia» aunque no la he oído cantar ni recitar, me consta existe y fue muy popular otrora en Dolores y el Vecino. Proviene de una riña a facón acaecida en 1887 [el hecho ocurrió como vimos en 1879] en una pequeña pulpería que quedaba sobre el viejo camino a Mar del Plata...
"El dueño de esa pulpería (un par de ranchos de «chorizo» y paja de techar, cuanto más), un cierto Sánchez (creo que su nombre de pila era Abdón), hombre bravo, pero serio y honesto, diestrísimo en el manejo del cuchillo, que después de haber servido en los fortines de la frontera y resultar vencedor en muchos duelos de arma blanca, había resuelto cambiar radicalmente de vida, instalando este negocito -con capital agenciado, seguramente, con cueros de nutria y pluma de avestruz o de mirasol- en medio de aquella desolada planicie.
"Y quiso la suerte de Sánchez que una mañana llegase a sus palenques, con caballo de tiro un mozo ágil y vigoroso, bien puesto, de chiripá de merino negro, nazarenas de plata, botas de potro, tirador lujoso y chamberguito redondo afianzado con barbijo. Desmontó el forastero, ató sus caballos y arrimándose a la reja del mojinete pidió una ginebra, invitando al pulpero a beber otra con él.
"Así se dio principio a una cordial aunque parca conversación, en la que el joven dijo venir de un partido del Norte, «pasiando» no más, con ganas simplemente de conocer nuevos pagos...
"A la tercera compartida vuelta de bebida -hubo testigos que informan cabalmente de los hechos- el forastero confesó a Sánchez que en realidad no eran los mencionados los motivos de su viaje, sino el deseo de probarse, facón en mano, con él, pues conocía de mentas su pericia de «cuchillero» y deseaba ardientemente aprenderle algo de un arte que le había dado tanta fama. Proponía el visitante se hicieran unos «tiritos a primera sangre», esto es, tajearse la cara simplemente, resultando ganador el que lo lograra antes.
"Sánchez se excusó firmemente porque él -expresó- ya estaba retirado de esas cosas. Ahora era hombre de trabajo, tenía familia, llevaba una vida tranquila y por nada del mundo volvería a lo de antes. ¡No! No quería saber más nada. Además se consideraba viejo, de modo que...
"Pero insistió el forastero y a la cuarta copa convenció a Sánchez que no era cuestión de que le hubiera hecho hacer de balde «tan larga galopiada y más en tiempo de invierno...»
"Rezongando contra su destino, el pulpero salió del rancho por su única puerta y, muy cortés y mesurado, aproximóse al mozo, que ya se había zafado las espuelas y acortado el chiripá bajo el ancho alero de junco. Se sacó entonces las botas y la chapona, atándose un pañuelo a la cabeza para aprisionar la melena. Luego midieron ambos la longitud de sus armas casi ceremoniosamente y ya liados los ponchos al antebrazo izquierdo cayeron en guardia frente a frente en lo que llamaban el patio...
"Y tajo aquí, hachazo allá, tintas, quitas, viboreantes reveses, leves brincos de costado, aquellos hombres «cuerpos de gato», en los cuales la pasmosa elasticidad de su cintura constituía el eje de la defensa no se alcanzaron en lo que ahora denominaríamos el primer round. Chispearon y ludieron bajo el sol de la media mañana las hojas de los facones, hasta que los contendientes, empapados en sudor, pese a lo bajo de la temperatura, resolvieron de común acuerdo descansar un rato, después de ponderarse recíprocamente la excelente «vista» de que estaban dotados.
"Previo un trago de agua y no de ginebra, del pozo cercano, se reanudó el lance con igual entusiasmo y espíritu deportivo, pero parece que ya los adversarios no tenían como blanco exclusivo sus caras curtidas y afanosas, porque en el primer «dentre» quedaron muertos los dos. "Las gentes de El Vecino todavía «gaucho» -si se me permite la expresión- y fieles al culto de quienes supone sus héroes, recordaron desde entonces esa pelea en unas décimas que, repito, no he podido aún conseguir."
Este hecho debe ser el mismo que narró el diario La Patria , demostrando que la ficción de este talentosísimo escritor, aún respetando el hecho tradicional, fue capaz de elaborar una recreación decididamente de más hermosa profundidad y fiel conocimiento del folklore.
Por Carlos A. Moncaut
Para LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=979940

2 comentarios:

Unknown dijo...

Estimado Sr.Moncaut:
Soy dolorense aunque hace muchos años resido en Capital Federal.Investigo sobre la vida y la obra de un músico que habitó mi ciudad natal desde 1900 hasta alrededor de los años'40.
Mi consulta para con Uds., si es tan generoso de orientarme es dónde es posible ocnsultar diarios de aquellos años,como La Patri,tal vez (desconozco hasta qué fecha se publicó) y qué otros periódicos recuerda Ud de Dolores?
Estaré especialmente en deuda y agradecido por su respuetsa.
Diego Sachella
diegosachella@hotmail.com

Unknown dijo...

Rincon gaucho
Carlos Antonio Moncaut y su aporte a la cultura bonaerense
El investigador falleció el lunes pasado, en La Plata; es reconocido por su obra y también por su don de gente

Sábado 27 de diciembre de 2008





FOTO
Carlos A. Moncaut conoció palmo a palmo el territorio bonaerense Foto: Archivo
Su amor por la tierra y la vida bonaerense, y argentina, como se manifiesta en cada rincón, fue el del viajero, el del lector e investigador, el del escritor y editor, y como consecuencia de todas esas pasiones, también el del coleccionista.
Lo cautivaban los orígenes de construcciones, pulperías, estancias, las historias de quienes las habitaron, sus costumbres y tradiciones, los enseres y utensilios, la olvidada labor de una misión jesuítica en plena pampa, las piezas arqueológicas que revelan secretos de otras eras en la vida de este suelo, las sequías y las inundaciones que lo asolaron.
Carlos Antonio Moncaut nació en una escuela rural bonaerense, el 8 de junio de 1927: la de la localidad Angel Etcheverry, partido de La Plata, donde se habían radicado su padre, Carlos, originario de "el Azul", y su madre, Flora Castrillón, quien era allí directora, maestra, portera.
Cursó el secundario en el Colegio Nacional "Rafael Hernández" platense, y durante esos años empezó a incursionar en tren hacia Coronel Brandsen: con un amigo, se bajaban en la estación Gómez y desde allí emprendían una larga caminata hacia parajes donde observaban pájaros, nidos y especies de la flora local.
Al mismo tiempo indagaba en archivos y bibliotecas. En 1957, buscando datos en la hemeroteca de la Universidad Nacional de La Plata, sobre la historia de un barquito que se adentró, hasta anclar, en la laguna de Chascomús, un proyecto que buscaba una ruta fluvial entre Buenos Aires y Dolores, no se percató de la hora del cierre ni los empleados de su presencia, y permaneció allí durante toda la noche. De esa investigación resultó su primer libro: "Viaje del vapor Río Salado del Sud de Buenos Aires a Chascomús, en 1857".
El tema de esa aventura también apareció en "Biografía del río Salado de la provincia de Buenos Aires", que escribió y fue impreso en 1967 en el mimeógrafo de un Centro de Estudiantes de la Universidad de La Plata. Diez años después, "Estancias bonaerenses. Historia y tradición", mereció, como la obra antes mencionada, la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia. En 1978 apareció "Pampas y estancias. Nuevas evocaciones de la vida pastoril bonaerense", complemento del volumen anterior. En dos tomos también, editados en 1996, en su propia editorial, "El Aljibe", "Estancias viejas: historia, audacia, coraje y aventura". constituye otro aporte a la recuperación de los orígenes de establecimientos como "Estanzuela" en el Valle de Conlara (San Luis); "La Belita", en General Villegas; la historia de George y Ralph Newbery en su estancia "Media Luna" de esa zona, y las travesías que los llevaron hasta el Sur; la de John Miller y William McClymont en "La Caledonia" y "La Cabaña", en Cañuelas; la de las estancias que inspiraron a Benito Lynch.
Escritos de este último, poemas de Lugones, documentos, fotos, mapas, dibujos de Enrique Rapela, Montero Lacasa, E. M. Real de Azúa, Raúl Roux, M. Martínez Parma y muchos más, le suman a los datos rigurosos del investigador una trama de sentimientos, de registros y talentos que animan su narrativa y hacen apasionante la lectura de sus libros.
"Travesías de antaño, por caminos reales, postas y mensajerías" (1993) incluye testimonios de integrantes de la familia Dávila, descendientes de los que fueron dueños de las galeras que hasta 1913 viajaban entre Dolores y Ajó. El escritor siguió esas huellas en los viajes que emprendía, lejos del asfalto, por caminos reales y de tierra, donde descubría viejos almacenes y pulperías, vestigios de asentamientos indígenas, montes de talas, señales de vida, de lucha, de trabajo y arraigo. Para interpretarlas correctamente, estudió arqueología, paleontología, etnología, botánica, zootecnia.
Moncaut escribía como respondiendo a un mandato interior. Quizás esa fuera la raíz de su humildad. Cosechó amigos, corresponsales y lectores en todas partes.
Fue inseparable de su esposa, María Teresa Barberis. Durante los viajes y en la cotidianeidad compartida ella lo secundó incansablemente en sus afanes y sus sueños.
Generoso divulgador Su biblioteca, de unos 40.000 volúmenes, fue definida así por Julián Cáceres Freyre: "No responde a la monomanía de mero acaparador de libros, sino que constituye la herramienta de trabajo serio y eficiente para la divulgación del conocimiento de la historia, del folklore y todo cuanto de noble ha tenido nuestra pampa, que permitió a nuestro país figurar entre los primeros del mundo".
También escribió, y editó "Los más remotos orígenes de Ranchos"; "Coronel Hilario Nicandro Lagos -1840/1895"; "Reducción jesuítica de Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas -1740/1753"; "La Plata, crónicas de un siglo -1882/1982"; "Andanzas y aventuras de Guillermo Enrique Hudson"; "Amanecer del Pago de la Magdalena"; "Un accidentado viaje de vacaciones entre Mar del Plata y Tandil en 1880"; "Pulperías, esquinas y almacenes de la campaña bonaerense 1575/2001", dos tomos; "Inundaciones y sequías en la pampa bonaerense -1575/2001"; "Ranchos y su comarca -Desde su prehistoria hasta 1851".
Fue incorporado a la Academia Argentina de la Historia en abril de 2003. Recibió numerosos premios y fue declarado Ciudadano Ilustre de La Plata en 2005. Colaboró en Rincón Gaucho y en el diario "El Día", de La Plata, entre otras publicaciones.
Quizás sentía que la poesía y el canto expresan la esencia de esta tierra que tanto amó y que hizo conocer en sus libros. En la solapa de uno de ellos, dice: "Una hora después sólo sonríe sobre la estancia vieja el titilante fulgor de las estrellas. Entonces, también escucho a mi madre: «Se vino la noche/ copándose al sol/ y sobre los campos/ su manto tendió./ El ojo ´e la luna/ se puso a vichar:/ farol de los gauchos/ en la oscuridá...»".
Susana Pereyra Iraola
Para LA NACION